Sebastián Francini ganó a sus nueve años un Martín Fierro por su participación en "Chiquititas", la recordada tira de Cris Morena. Luego, su vida tomó un giro inesperado y terminó trabajando en una ferretería. Ahora regresa a la actuación.
El actor comenzó su carrera cuando era pequeño en la novela que marcó la infancia de muchos. Entre los 17 y 21 años atravesó una crisis y ahora volvió a insertarse en el medio con su papel en la obra "Beatnik", dirigida por Osvaldo Laport.
Más allá de su carrera artística, el joven empezó a realizar tareas solidarias, se hizo budista e incluso trabajó en una ferretería: "Terminé trabajando en la ferretería de mi familia, en Villa Celina, porque no tenía trabajo. Me dio orgullo poder seguir con el legado de mi familia.", comentó el actor a revista Pronto.
“En esos momentos, quizás aparecía algún laburo de actor, pero no como para vivir de eso. Entiendo que mi profesión es así: tiene altibajos. Si yo hubiese tomado el trabajo en la ferretería como el fin de mi carrera, no sé cómo estaría ahora. Seguramente angustiado. Pero lo vi como una oportunidad. Viví lo que es estar arriba, como cuando trabajaba con Cris Morena, y abajo, cuando no conseguía laburo. Hoy por hoy, a fuerza de voluntad, logré dar vuelta la cosa", agregó.
Hoy pudo volver a su gran pasión y hace unas semanas regresó a las tablas con la obra Beatnik, en el teatro Ludé: "Estoy contento con mi trabajo. Beatnik es una obra que trata sobre la Generación Beat, que fue un grupo de escritores estadounidenses que influyeron en el surgimiento del hippismo. El elenco es maravilloso y Osvaldo Laport es un gran director".
Desde hace un año, el actor se convirtió al budismo, religión que lo ayudó a generar grandes cambios en su vida: "Estaba haciendo Cruising en teatro y dos colegas me pasaron la Ley Budista. Practico el budismo de la Soka Gakkai, que tiene como referentes a Orlando Bloom y a Tina Turner. Es un budismo para la gente, a diferencia de otros que son más personales. Es una filosofía de vida que pone en jaque un montón de cosas. Yo me creo mucho más rico de lo que tengo y no me falta nada. Me empecé a despojar de un montón de cosas que realmente no necesitaba".
"Soy de una generación que tiene la mitad de los valores de antes y la mitad de los de ahora, que buscan pertenecer por tener un Iphone, por viajar, por lo que aparentan en las redes sociales, cosas que no son, pero carecen de valor humano", finalizó.