Es una de las 16 mujeres argentinas que estuvo en la guerra, su puesto fue a bordo del buque Irízar que ofició de hospital. Su historia de vida y vínculo con Mendoza. Charla exclusiva para ElNueve.com con la mujer más condecorada en la historia de las FF.AA.
Por: Marina Correa
¿Viste la película “Pearl Harbor” ?, la escena cuando llegan todos los heridos y la cara de la chica, así fue el impacto del primer día. El relato es de Silvia Barrera; instrumentadora quirúrgica, una de las mujeres, argentinas que viajó a la guerra de Malvinas y parte de las 16 en total veteranas de guerra. Además, ostenta un récord de condecoraciones a una mujer, por parte de las Fuerzas Armadas de Argentina.
Nacida en San Martín (provincia de Buenos Aires), creció en un hogar con una mamá a cargo de la tarea de la crianza diaria de 2 hijas, y un padre Suboficial de Infantería del Ejército Argentino. Silvia dice que desde pequeña tuvo un gran sentido de los valores patrióticos, “cuando sos hija de un militar, acompañás a ceremonias y vas incorporando todos los sentidos que tiene el término defender la patria. Muchos creen que es solamente estar listo para la guerra, la patria se puede defender incluso desde una pequeña acción individual”.
A los 17 años, Silvia ya terminaba el secundario e inmediatamente ingresó a estudiar la carrera de instrumentadora quirúrgica. Su idea inicial era ser médica, pero su padrino por entonces jefe de cirugía del Hospital Ramos Mejía, le habló de una carrera más corta y que tenía mucha demanda. A los 19 ya estaba recibida e inmediatamente ingresó en el Hospital Militar Central, ubicado en Palermo (Capital Federal). “Me gustó desde el inicio la carrera, es muy para mujeres porque requiere de ese sentido de la prolijidad que tenemos nosotras, de la organización”, le cuenta Silvia a ElNueve.com desde Tierra del Fuego, donde fue invitada para ser parte de la gran vigilia que antecede al recordatorio de una de las fechas más sentidas para el país.
“Ni un segundo dudé en ir a Malvinas”
Era 1982 y la guerra por la soberanía de las Islas Malvinas, entre Argentina y el Reino Unido ya se había desatado. Silvia tenía por entonces 23 años, cuando llegó un comunicado al Hospital Militar ofreciendo viajar a Malvinas . “Recuerdo el exacto momento en que nos reunieron a las 33 que estábamos en ese momento en el hospital y no tuve dudas ni un segundo. Tenía que estar ahí cumpliendo con mi patria, no sentí nada de miedo, solo el deber que me llamaba, de alguna manera toda mi vida me preparé”, cuenta Silvia quien relata que junto con 4 compañeras más del Hospital y 1 de Campo de Mayo, viajaron especialmente con la misión de atender a los heridos.
“No tenía miedo pero sí desconcierto, no sabía cuantos días estaría allá, ni lo que me iba a encontrar. Recuerdo que mientras armaba el bolso portaequipo no perdí mi coquetería y metí perfumes, también lógicamente llegaría nuestra menstruación y cargué lo que pude. Son temas que parecen menores, pero yendo a una guerra, no sabés qué puede faltarte es el desconcierto absoluto y a su vez una adrenalina por estar ya en el lugar. Mi mamá me abrazó fuerte, me pidió que volviera y papá hizo lo mismo y me regaló una cámara de fotos, que son el testimonio que pude tomar. Fotos que hoy son parte patrimonio para no olvidar”, dice emocionada esta mujer que considera que dar testimonio, es parte también de hacer patria.
“Nos atamos con vendas para operar”
El 8 de junio de 1982, Silvia Barrera arribó al Rompehielos ARA “Almirante Irízar“, un gigante de acero que funcionó como hospital de guerra. “Muchos de mis compañeros me dicen hoy que cuando comenzaron a llegar los enfermos, mi cara era la misma que pone la protagonista del film Pearl Harbor (que relata el sorpresivo ataque de la aviación japonesa a una base estadounidense, acontecimiento que define el curso de la segunda guerra mundial). Estuve 10 días ahí, pero cuando cesó el fuego y hubo un acuerdo, fue cuando más temimos que algo pudiera pasarnos” dice reviviendo todo con exactitud.
“Aunque mi cara parece que fue de espanto, eso duró segundos porque inmediatamente lo que a uno le viene como fuerza, es la responsabilidad por salvar esas vidas. Recuerdo la noche en que operamos cuando el mar estaba absolutamente embravecido, el herido estaba muy grave, había que intervenirlo de urgencia. Nos atamos con vendas entre el cirujano, yo y el paciente y así se lo operó, hoy vive y es un amigo”, continúa en el relato.
“No queremos morir sin ver nuestras Fuerzas Armadas de pie”
Silvia además de ser una referente para millones de argentinos por su espíritu patriótico, es una gran oradora en colegios, donde se ocupa especialmente que los niños, niñas, jóvenes y jovencitas, conozcan porque no debe prosperar una guerra. Porque la vía diplomática debería ser siempre una instancia y cómo fue en primera persona, ver los horrores de una guerra. “Increíblemente los más chiquitos son quienes más se interesan en preguntar, pero yo siempre me ocupo de que sepan que las fuerzas armadas de un país, pueden hacer mucho más que ir a una guerra. No queremos morir sin ver a nuestras fuerzas armadas de pie nuevamente, porque en algún sentido han sido vencidas por la desidia de muchos gobiernos”, dice tajante esta mujer que puso su vida en peligro por la patria.
Recuerdos
Entre los duros recuerdos que Silvia guarda de aquellos días, está el contacto con aquellos soldados que llegaban muy heridos. “Ellos estaban en un estado tanto físico como psíquico muy complicados, estaban absolutamente metidos adentro. Recién cuando estaban curados, comidos y habían podido dormir, volvían a ser los hombres que seguramente eran antes. Creo que también una parte muy dura fue la que tuvieron que enfrentar los camilleros, que no eran personal de la salud, habían sido elegidos a dedo para esa tarea y todos eran jóvenes. Cuando llegaron los helicópteros con los heridos su cara era de horror, no estaban preparados para ver lo que vieron. Sentía mucho dolor por verlos tan desprotegidos emocionalmente”, es parte de uno de los relatos más estremecedores que cuenta Silvia.
Su vínculo con Mendoza
A 41 años de la guerra, Silvia Barrera aún hoy sigue trabajando en el Hospital Militar Central, ya no como instrumentadora quirúrgica, sino como encargada de ceremonial y protocolo. Está casada y tiene 4 hijos y la más pequeña de solo 20 años, es soldado voluntaria. Además, Silvia recorre gran parte del país, donde es convocada para dar charlas y escuchar su valiosa palabra. A fines de abril, tiene previsto pisar suelo mendocino, un lugar al que le tiene mucho afecto. “Tengo muchos parientes en Mendoza, me parece una de las provincias más lindas, cuando cumplí 18 años mi primer viaje sola con una amiga fue allí. Conozco gran parte del territorio mendocino, y siempre es grato para mí poner pie en Mendoza”, dice esta veterana de guerra que también mantiene contacto con muchos ex combatientes de la provincia. “La guerra me dejó dolores emocionales imborrables, pero también muchísimos amigos, he ido a muchísimos casamientos de soldados. Conozco a sus esposas, hijos, nietos, y ahora son estas nuevas generaciones las que tienen que seguir contando, algún día ya no estaremos y ellos serán los encargados de mantener viva la memoria”, dice conmovida Silvia.
Su preferido
Todas las mujeres que estuvieron en el Irizar, formaron un grupo inseparable. Se cuidaban una a la obra y con gracia cuenta que entre sus pacientes, siempre estaban los “preferidos”. En el sentido de un vínculo fraternal que se creaba. En su caso fue con el Sargento de Infantería, Manuel Villegas, lo mismo que con el soldado Esteban Tries, que es a su vez padrino de bautismo de la hija de Villegas. Entre Villegas y Tries, hay una historia sí que debería ser película, es que el soldado es quien salva a su superior arrastrándolo a una trinchera, Tries tenía una delicadísima herida en el abdomen, también había recibido balazos en su brazo y pierna. Estuvo gravísimo, fue él a quien se operó mientras el barco estaba en una oscilación de 45 grados.
“Jamás olviden los argentinos lo que es defender la nación”
“Hubo una sola noche en que pudimos tomarnos, llamémosle un respiro en medio de la incertidumbre y el dolor, un suboficial tenía una guitarra y nos pusimos a cantar zambas. Cantábamos todos, incluso los heridos que podían, fue como si el tiempo se hubiera detenido en esa canción que en el fondo era un homenaje a los caídos y un homenaje a nosotros mismos que resistíamos”
Silvia Barrera, una de las 16 mujeres que estuvieron en la guerra , confiesa que jamás volvió a Malvinas. “Las veces que me ofrecieron viajar estaba la política de por medio y siento que ese viaje debo hacerlo despojada de cualquier otra intención que no sea honrar esas vidas que lucharon por la patria. Sé que viajaré solo les pido a los argentinos y argentinas, que jamás olvidemos lo que implica defender la nación. Porque miles dieron la vida y no merecen jamás ser olvidados”.