Una joven fotógrafa mendocina viajó al Sur provincial para registrar con su cámara las imágenes de los campos arrasados por los incendios. Glenda Todica tiene 20 años y quiso empezar el año “fotografiando realidades”.
Desde el 30 de diciembre diversos focos de incendio azotan la zona de General Alvear y San Rafael. Son más de 130 mil las hectáreas afectadas por el fuego. La propagación de las llamas ha producido daños totales en diversos campos, gran mortandad de animales, caída de torres de alta tensión, con interrupción de servicio en diversas zonas, y cortes preventivos de rutas.
Mientras el combate continúa y más de 350 personas trabajan para sofocar los focos de incendio, Glenda viajó a Bowen, en Alvear, donde permaneció por 3 días, para ver con sus propios ojos, y con el lente de su cámara la dramática situación que se está viviendo en el Sur.
La joven mendocina tuvo la oportunidad de dialogar con pobladores afectados: “Cada comienzo de cada día es un nuevo intento para todos los alvearenses que buscan apagar el incendio, que piden por la lluvia, que el sufrimiento termine”, detalla Glenda.
"Pichón" Olivares, uno de los vecinos relató cómo inició la pesadilla: “Esto empezó el 29 de diciembre, el fuego se vino del Este, del campo del vecino, y entró al nuestro. En un primer momento, lo tuvimos bastante controlado. Luego de mantenerlo calmo, se descontroló. Imposible tratarlo, no contábamos con lo suficiente para poder atacarlo, se puso muy violento, no se pudo hacer nada: iba de un lado para otro, se expandía cada vez más. Pensábamos que lo podíamos parar, pero a la tarde comenzó otra vez el fuego, y fue impresionante”.
“Es un problema: gastos, alambres, trastornos de vacas para sacarlas a pastorear. Se complica para todo. Hay que esperar uno o dos años al campo para que se reponga”, afirma Pichón.
“Momentáneamente el campo tiene que quedar así, tiene que llover. Si llueve bien, se puede empezar a reponer. Hay que sacar la hacienda, porque no le queda nada. Hay que dejar descansar o que llueva, además hay que semillar. No queda otra, hay que esperar, es todo cuestión de tiempo”, concluyo el alvearense.
A la casa de Rosa y Ramón Cortez también llegaron las llamas: “Viví varios incendios: en 1993, en 2001, y ahora. Es impresionante y feo, no sabés si se te quema todo, no se mide la dimensión que trae el fuego. Mucho ruido y humo, te asfixia. Tenés que encerrarte adentro, afuera no se puede estar. Mis campos sufrieron mucho daño, quedó muy poco. Ahora, si no llueve... se complica mucho. No se sabe qué pasará con los animales, queda poco pasto. Con respecto al sistema de apagado de incendios, los cortafuegos son peores, no los hacen bien... se queman más hectáreas. Los pequeños ganaderos como nosotros no recibimos ayuda”, aseguró Rosa.
Otra familia brindó su testimonio de lo que está ocurriendo en el Sur. Un relato que además evidencia las situaciones de desinformación que se dan en momento críticos y desesperantes como estos.
"Por el diario salió una noticia de que fuimos evacuados. Llamaron a mis hijas que estaban a más de 300 kms, para que vinieran, ya que el fuego había arrasado con mi casa y mis campos. Hicieron todo lo posible por venir a la brevedad, cuando la verdad es que nunca evacuamos, nunca se nos incendió la casa. Nunca nos vinieron a ayudar, tuvimos que apagar el fuego entre nosotros para que no se quemen nuestros animales ya que el fuego intento meterse en el corral. Estamos muy enojados de que les hayan mentido a mi familia", manifiesta Cosme, dueño de casa.
Su mujer María se suma a lo dicho por su marido: "No vinieron a ayudarnos, pero luego del incendio, vinieron a pedirnos nuestros datos. ¿Para qué? Están, pero no ayudan. ¿Por qué nos hacen esto?" –agrega, con dolor, mientras se sacaba sus anteojos para limpiarse las lágrimas.
Glenda estuvo tres días en Alvear y recogió un sinfín de pedidos desesperados de un pueblo que solo ansía la lluvia, una demanda que se evidencia en las duras imágenes.